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Se denominan así en la Psicología a los recursos que se emplean hábilmente por fomentar reacciones espontáneas a través de las cuales se puedan detectar situaciones, actitudes, intereses, preferencias, difíciles de expresar con el razonamiento lógico y que con frecuencia uno mismo no tiene como propias con claridad o con precisión.
Tales son los tests proyectivos, como el de Teodoro Rorschach (manchas de tinta), el de Murray (caras identificables) o los muchos que aprovechan estímulos neutros para suscitar reacciones identificables o correlacionables.
Existen también diferentes técnicas semiproyectivas: interpretación de gráficos, completar frases insinuantes, elegir objetos, etc. El principio de las técnicas proyectivas está en que quienes tienen cierta propensión eligen preferentemente determinados objeto. En consecuencia quienes eligen esos objetos es probable que tengan esa misma y prevista propensión. Si se elaboran baremos adecuados y se objetivan esas relaciones con suficientes aplicaciones experimentales, se cuenta con termómetros interesantes y aprovechables.
Los sistemas proyectivos se armonizan muy bien con los valores espirituales y religiosos: actitudes, sentimientos morales, adhesiones, temores, rechazos, etc. Pero deben ser prudentemente interpretados para evitar valoraciones subjetivas que pueden no responder a la realidad de los sujetos analizados, sino a efectos del azar o a posturas transitorias.
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